Por la época que me tocó vivir y por mi propia forma de vida, mi
relación con el mundo taurino en general fue más bien escasa por no decir nula,
pero mi ahínco de hacerme extemporáneo en ciertas ocasiones me obliga a
continuar opinando sobre temas que considero que en época actual generan más
problemas que beneficios a la sociedad. La reiterada falta de extemporaneidad,
el desconocimiento consentido, sesgado y prolongado, y la carga de verdad y
razón que a toda persona le gusta portar y pasear por los mentideros precisos
de la sociedad, hacen que, no solo el tema taurino se haya convertido en un
problema social hoy día y en cualquier época del año, sino cualquier tema con
cierta escabrosidad para cualquiera de nosotros a nivel individual, comience a
rodar a modo de bola de nieve y se convierta en un verdadero problemón que
nadie sabe cómo atajar porque nadie sabe cómo y
por qué se ha creado.
Si en este
tostonazo iban los toros incluidos en el título era por tratar de zanjar de una
vez por todas las polémicas que año tras año surgen durante el periodo
primaveral y estival acerca de la celebración de corridas de toros, encierros,
capeas, corre bous, etc. Debemos entender (así traté de terminar la primera
parte de este tostonazo) que todos estos acontecimientos se celebran como actos
festivos de fiestas patronales o ferias comarcales o provinciales, que en la
inmensa mayoría de los casos, son actos que están muy arraigados entre la
población que los celebra, propios del “modus vivendi” de aquellas personas en
aquellos territorios. Podrán gustar más o menos, pero se deben respetar de la
misma forma que ellos respetan los actos festivos que se celebran en las
fiestas en septiembre en honor al Cristo del Consuelo.
Sé que muchos de
vosotros, mientras leéis esto (¡ah, pero ¿es que lo estáis leyendo?!) estaréis
pensando en que es diferente una corrida de toros en relación al toro de la
Vega, siguiendo el ejemplo de la primera parte. Quizás tengáis razón, pero
nuevamente os estáis quedando en la parte superficial del acontecimiento, por
mucho que tratéis de convencerme que el toro de la Vega sufre una muerte
tremenda y con mucho sufrimiento (que es cierto) peor que los toros que se
lidian en una plaza de toros.
Para mí ese no es el
tema ni el meollo de la cuestión. Yo trato de hurgar más hondo e intentar
llegar a explicar ciertos comportamientos humanos camuflados en actividades y
actitudes solidarias, paternalistas, defensoras de la igualdad y la vida,
antibélicas, …; actitudes hipócritas y demagógicas en casi la totalidad de los
casos que no hacen sino tratar de tapar problemas propios que apartan de su
vida mientras la focalizan en esos otros que para nada resuelven su problema
pero que al menos lo ocultan durante un tiempo. En este caso, y nunca mejor
dicho, no cogen al toro por los cuernos, sino esconden la cabeza bajo el ala y
corren como conejos hacia otros territorios donde no los conocen y puedan
esconderse y camuflarse como personas de bien, defensoras de la humanidad.
Cuando empecé a
ejercer el sacerdocio, mis compañeros mayores que ya ejercían me dieron un
consejo: si cuando vayas a una parroquia ves un tronco de árbol tumbado en el
altar, ¡déjalo!, si está ahí por algo será.
Creo que este
consejo es muy válido para ilustrar todo lo que puede acontecer alrededor de
estos acontecimientos focalizados anteriormente en el tema taurino, pero
extensible y extrapolable a la celebración de todas unas fiestas y ferias
patronales, por seguir también con el otro ejemplo aludido anteriormente. Si en
su día se crearon y organizaron las fiestas y ferias en esos días y en esas
fechas, fue por algo, algo que los habitantes de aquella época decidieron
celebrar o festejar como acción de gracias de algún acontecimiento nefasto o
alegre. Las generaciones sucesivas no han hecho sino mantener el recuerdo de
esos acontecimientos, celebrando, año tras año y en los mismos días, esos
hechos que tanto impactaron a quienes los crearon, tan solo por recuerdo y
memoria suya.
Si en la actualidad
la forma de vida actual no se parece a aquella que había cuando se crearon eso
días festivos, no es motivo, ni siquiera como indicio, para tratar de
cambiarlas y adaptarlas a “cuando venga más gente”, en otra fechas, “en verano
que hay más gente en el pueblo”. Eso sería faltarle al respeto a toda aquella
generación que creó lo que hoy somos todos y cada uno de nosotros, con nuestras
características y nuestras peculiaridades, diferenciándonos del resto de los
demás pueblos precisamente por eso.
Pero si de verdad
queremos rascar aún más en el fondo, lo que realmente estamos tratando de hacer
es imponer nuestra propia verdad por encima de la realidad, primero, y de la
verdad de los demás, después. Queremos imponernos, ser los abanderados de una
nueva verdad que nos hará ¿mejores? de lo que aún somos. Nuestra verdad debe
prevalecer porque es la verdadera, la buena, la lógica y normal. Queremos
adaptar nuestra vida y la de los demás a nuestros propósitos, y para ello debo
imponerme, eso sí, intentando siempre que nadie descubra mis verdaderos motivos
ocultos, que siempre los hay.
La tauromaquia, las
fiestas patronales, …, cualquier tema es válido siempre y cuando sea modelable
para crea polémica, y nos valga como escape y desfogue de nuestras propias
debilidades y nuestros problemas ocultos. Camuflamos en ellos nuestra propia
miseria humana. En vez de enfrentarnos a nosotros mismos, nos enfrentamos a los
demás con la escusa más tonta y trivial, que la mayoría de las veces nadie
tiene que ver con nosotros. Pero en el fondo lo que realmente estamos haciendo
es desviar la mirada de los demás hacia otro lado ya que todos evitamos
mostrarnos a los demás como realmente somos; en definitiva, estamos mintiendo,
a ellos y a nosotros.
Si de verdad fueran
muy sensibles con el sufrimiento de los toros, no sólo protestarían en
Tordesillas en dia del toro de la Vega. Protestarían en las Ventas en Madrid,
en la Maestranza en Sevilla, en Pamplona para San Fermín, …, en lugares
emblemáticos taurinamente hablando donde su alzada voz tuviera algo que decir
buscando remover la conciencia de las personas asistentes a esos actos. En vez
de eso, se mueven en lugares menores donde saben a ciencia cierta que
conseguirán repercusiones mediáticas pero a un menor coste personal, tanto
físico como psíquico. De paso ocultan, a ellos mismos y a los demás, su
verdadera verdad, aquella que sólo ellos con ellos mismos han buscado y
encontrado sin dificultad alguna.
Realmente, nadie es
dueño de la verdad, pero sí es verdad que podemos manejarla y modelarla a
nuestro antojo, de tal forma que evitamos mostrarnos a los demás tal y como
somos, incurriendo, la mayoría de las veces, en incongruencias que nos dejan
con el culo al aire.
Somos sensibles al
maltrato animal pero protestamos poco por el maltrato humano, bien sea
violencia de género o violencia asesina por motivos religiosos. Somos cien por
cien ecologistas y hacemos barbacoas en el monte. Nos rasgamos las vestiduras
antes el hambre en el mundo y nos inscribimos para participar en la tomatina de
Buñols, tirando tomates (comida al fin y al cabo) y desperdiciándolos.
Fomentamos la libertad animal y hacemos un arco de iglesia con nuestros hijos
visitando un zoológico. Ensalzamos la comida sana y mediterránea y nos pasamos
la semana comiendo hamburguesas y pizzas tratando de arañarle tiempo al tiempo
para conseguir objetivos profesionales que nos reporten más beneficios
económicos en vez de saludables. Protestamos airadamente en contra de guerras
ilegales (no sabía que hubiera guerras legales que salen publicadas en el
Boletín Oficial del Estado) y tomamos como dibujos animados matanzas diarias de
seres humanos por motivos religiosos o sexistas. Exigimos un comportamiento
exquisito hacia nuestros hijos e insultamos incontroladamente a futbolistas de
cualquier equipo sólo por el mero hecho de no “ser de los nuestros”, como si
esos chicos no tuvieran padre y madre. Queremos que nos den un trato humano
cuando nosotros vamos tratando de engañar al prójimo en nuestro beneficio. Queremos
saber la verdad pero todos mentidos con naturalidad y en provecho propio.
Gritamos buscando la verdad pero tan sólo lo hacemos para ver quien la posee
con más afirmación y convencimiento. De puertas para afuera decimos lo que
hacemos y de puertas para adentro hacemos lo contrario. Queremos engañar a los
demás y nos engañamos a nosotros mismos.
Decía Antonio Machado que
“tu verdad no, la verdad, y ven conmigo a buscarla. La tuya guárdala.” Y yo
añadiría que si no la quieres guardar por vanidad o soberbia, al menos no
trates de imponérsela a los demás, ya que de sobra se sabe que no es realmente
la verdad absoluta; es una verdad más de los millones de ellas que hay (una por
cada persona). Del uso que hagamos de ella dependerá que no se convierta en mentira,
con el consabido daño que producen.