domingo, 9 de noviembre de 2014

LAS PLANTAS DE UN TEMPLO ROMÁNICO




          ¡Saludos de nuevo, romanicófilos! ¿A que poco a poco habéis perdido el miedo al Arte Románico y a su arquitectura? Como habéis visto, no es tan difícil ni tan complicado; es cuestión de ponerse manos a la obra e ir avanzando poquito a poquito, sin perder nunca de vista en donde nos encontramos y sobre qué época estamos hablando. En el capítulo “Avanzamos hacia atrás” ya lo pusimos de manifiesto y lo consideramos imprescindible para poder entender el Arte Románico en toda su extensión.


         Hojeando viejos libros, me encontré uno en el que tenía anotado unas frases que vienen a corroborar lo que se dijo en ese capítulo y que en éste quiero volver a recordar: “Cada época, cada cultura, cada costumbre y tradición tienen su estilo, tienen sus ternuras y durezas peculiares, sus crueldades y bellezas; consideran ciertos sufrimientos como naturales; aceptan ciertos males con paciencia. La vida humana se convierte en verdadero dolor, en verdadero infierno sólo allí donde dos épocas, dos culturas dos religiones se entrecruzan.” ¿Recordáis como estaba España durante la Reconquista? ¿Cuántas religiones cohabitaban en ella? Podemos hacernos una idea de cuan dura tuvo que ser la vida durante la época del Románico para sus gentes; con qué ilusión, trabajo y esfuerzo levantaron estas iglesias y templos; qué coste económico y humano tuvieron que pagar por ello; que sacrificios tuvieron que pasar. Gracias a todos sus sufrimientos hoy día nosotros podemos deleitarnos en su admiración, podemos disfrutar de su encanto e incluso podemos seguir celebrando los mismos ritos cristianos y litúrgicos que ellos celebraban que, a la postre, era el único fin por la que fueron construidas: el canto y alabanza a Dios, a su Dios, a nuestro Dios.






         Bueno, una vez que hemos recordado la época en donde nos encontramos, románicamente hablando, vamos a comenzar a tratar el tema que nos toca hoy. Hoy hablamos de las plantas de los templos e iglesias románicas.


         Las personas que no estamos muy familiarizadas con ciertas palabras técnicas o con la jerga arquitectónica, cuando oímos la palabra “planta”, lo primero que se nos viene a la cabeza es una planta en una maceta: un rosal, un geranio, un poto, …, cualquier planta o vegetal que tengamos en casa, y que le vamos echando agua de vez en cuando para que no se seque. Si esa palabra “planta” la aplicamos a una iglesia o a un templo, no estamos hablando de la decoración jardinera de dichos edificios religiosos en días festivos señalados. No. La palabra planta se quiere referir a la fisionomía constructiva del templo, a qué forma constructiva tiene, atendiendo siempre a su contorno, a la forma que hacen y configuran sus muros exteriores. Para poder apreciar con precisión la planta de un templo, la mejor forma de hacerlo es mirándolo desde arriba, como si lo estuviéramos mirando desde un avión o un helicóptero, siempre perpendicular a él, para apreciar con todo detalle su verdadera fisionomía.


         Las plantas en el Arte Románico no tuvieron la misma evolución en cuanto a los elementos que conformaban la arquitectura románica. No podemos hablar de plantas del primer Arte Románico, plantas del románico pleno o plantas tardorrománicas. La fisionomía de ellas se debía más bien al tipo de iglesia, templos, ermitas, y a quienes auspiciaban su construcción.


         La tipología de plantas en los templos románicos se ha ido adaptando a las necesidades y evoluciones de cada época, además de las propias funcionalidades de los mismos. Pero, como podréis aventurar, no fue, ni mucho menos, en el Románico cuando se comenzaron a construir las primeras iglesias, templos, catedrales o ermitas. Las primeras construcciones se las debemos a Constantino, el primer emperador cristiano, quien promovió la edificación de templos para la práctica del nuevo culto que él mismo había adoptado como religión para todo su imperio. Durante esa época se construyeron tres tipos de edificaciones: los “martiria”, los mausoleos y los baptisterios.





Constantino el Grande


         Los martyria eran templos con carácter conmemorativo, dedicados al culto de los santos o la vida de Cristo; los mausoleos, utilizados aún en la actualidad fruto de las reminiscencias del pasado, son tumbas monumentales inspiradas en la tradición funeraria pagana y en la tradición romana, y por último, los baptisterios, edificios que albergaban la pila bautismal, dado que la nueva religión (el cristianismo) obligaba a celebrar el rito del bautismo.                              
 

Izquierda: martiria; derecha: baptisterio


         Estos tres tipos de edificios propios de la antigüedad han ido evolucionando con el paso del tiempo y con el cambio en las funcionalidades de cada uno de ellos que el cristianismo ha ido modificando, llegando a albergar en un solo edificios a dos o incluso a los tres tipos anteriores. En periodo románico, como periodo central entre el mundo antiguo y el contemporáneo, se construyeron edificios que albergaban partes de los tres edificios anteriores antiguos, dando como resultado unas edificaciones personalizadas, diferenciadas por su funcionalidad y necesidades comunales. Esas diferencias fueron las que terminaron de confeccionar el tipo de planta que debía construirse para una iglesia, templo, catedral o ermita.


         Las plantas de las construcciones religiosas románicas están muy diferenciadas. Entre ellas vamos a tratar de aprender a diferenciarlas unas de otras. De esta comprensión diferenciadora podemos inferir el uso que las gentes que auspiciaron y ayudaron en su construcción querían dar a esas edificaciones religiosas.


         Planta basilical: la planta basilical proviene de las formas constructivas de las basílicas romanas, donde se estructuraban en forma rectangular, con una sola nave y con un pequeño ábside al final, donde iba ubicada la deidad o, más anterior en el tiempo aún, donde se sentaba el magistrado romano a modo de repartidor de justicia o como recepcionista del pueblo para pulsar sus demandas sociales o de cualquier otra índole.


         Este tipo de planta pasó a formar parte de la arquitectura de los primeros tempos o iglesias erigidas en el estilo románico, lo que se denomina primer románico. Constaban de una sola nave, con un ábside en la parte oriental y la puerta de acceso en la occidental o bien en la meridional. Al formar parte del primer románico, su evolución tuvo lugar en la zona catalana y parte de Aragón, sobre todo en la provincia de Huesca en esta última comunidad.


         Ermitas con este tipo de planta las tenemos en San Caprasio, en Santa Cruz de la Serós (Huesca), Busa, Lárrede, etc, todas ellas en la provincia de Huesca, ermitas que podrían considerarse como el paradigma de este tipo de plantas edificadas dentro de todas las características propias del primer románico.


   

Arriba: planta de San Caprasio, en Santa Cruz de la Serós, (Huesca); debajo: planta de San Aventín, en Bonansa (Huesca). Ambas ermitas son de planta basilical de una sola nave.


         Con la llegada del románico pleno, la planta basilical no se transformó como tal, sino que las iglesias pasaron a tener tres naves de forma rectangular, también de clara influencia romana, con el fin de albergar a más feligreses y canónicos, fruto de un mayor crecimiento demográfico y a unas mejores condiciones de vida social de la población. A veces, estas iglesias tienen transepto, pero en este caso está desarrollado, y la cabecera se remata con tres ábsides semicirculares. Ejemplos más característicos de este tipo de planta: catedral de Jaca (Huesca), catedral de Zamora, iglesia de San Martín de Frómista (Palencia).



   


Arriba: planta de la catedral de Zamora; debajo: planta de la catedral de Jaca (Huesca).


         Debido a la evolución de la religiosidad y a los cambios sociales que se fueron produciendo con el paso del tiempo, las iglesias de planta basilical no podían albergar a tantos feligreses que acudían a ellas. Además, el aumento de canónigos en dichas iglesias obligaba a tener más espacios para la celebración de los actos litúrgicos, lo que derivó en las iglesias de planta de cruz latina.


         Planta de cruz latina: la planta de cruz latina deben su nombre a la forma constructiva que poseen, ya que simulan una cruz latina propiamente dicha: un brazo largo cortado por uno mucho más corto a una distancia de un tercio aproximadamente de la iniciación del brazo largo. La siguiente figura os muestra una cruz latina.




Cruz latina


         Os muestro a continuación una cruz griega para que la podáis comparar con una cruz latina y, de paso, aprendéis algo nuevo, que al fin y al cabo es de lo que se trata, de aprender, mejor aún si es de una forma amena como es en este caso. Deciros que también hay iglesias y templos con plantas de este tipo de cruz, pero ninguna de ellas es románica, por lo que no se adecuan al tema central de nuestra historia.




Cruz griega

         Continuando con las iglesias y templos con planta de cruz latina, estás se generalizan a lo largo del Románico. Formadas por una o más naves longitudinales más otra transversal (transepto), el crucero se sitúa en la intersección de ambas, y como remate, formando la cabecera, los ábsides o capillas semicirculares en número de tres, cinco o incluso siete.

   


Arriba: San Adrián de Nepas (Soria); debajo: Santa María de Chalamera (Huesca).



         ¿Podéis apreciar el parecido de estas plantas con la cruz latina mostrada anteriormente? ¿Verdad que es muy parecida? ¿Entendéis ahora todo lo explicado en el capítulo anterior relacionado con el simbolismo de un templo y su forma de cruz tratando de representar a Cristo crucificado? Ahora, nuevamente, os dais cuenta que en el Románico todo está interrelacionado, que, como decimos siempre, nada se deja al azar, todo tiene su razón de ser.


         A los pies de este tipo de iglesias o templos se suelen levantar las torres de campanas flanqueando la fachada principal, aunque también pueden aparecer en la cabecera, en los brazos, en el crucero o incluso aisladas. Estas torres tienen un claro significado simbólico del vínculo entre los hombres y Dios, así como un levantado testimonio del poder de la iglesia, visible desde cualquier punto del entorno.


         Este tipo de construcciones busca producir una emoción estética de carácter religioso, desde la planta de cruz latina hasta los muros, pilares o cúpulas que conllevan un simbolismo. El templo era el lugar de encuentro del hombre con Dios, para lo que es necesario un clima apropiado que en el Románico era el silencio y la penumbra.


         Iglesias de peregrinación: estas construcciones se sitúan entre el Románico pleno y tercer románico, y son consecuencia de la evolución de las iglesias de planta de cruz latina y del auge del fenómeno de las peregrinaciones, fruto de un cambio de mentalidad religiosa que se produce en casi toda Europa. Con el fenómeno de las Cruzadas, las gentes viajaban a Tierra Santa para pedir la remisión de sus pecados, conseguir plenas indulgencias o simplemente visitar la tierra y la tumba de Jesús. Al aumentar las dificultades y peligrosidad en los trayectos de dicha ruta, los feligreses optan por visitar lugares más cercanos y menos peligrosos, por lo que eligen Roma como final de su trayecto para orar en las tumbas de San Pedro y San Pablo, solicitando las mismas prerrogativas que en Tierra Santa. La degeneración mercantil que se produce en dicha ciudad por la avalancha de peregrinos hace necesario buscar otros lugares de peregrinación. La aparición del cuerpo de Santiago en Compostela convierte a esta ciudad en una nueva opción de viaje, una nueva ruta de peregrinaje que conllevará, como una consecuencia más, la evolución y modificación de las iglesias de planta de cruz latina en iglesias de peregrinación.



         En este tipo de iglesias, la planta de cruz latina continúa siendo la característica principal atendiendo a la forma constructiva de su planta. Al tener naves laterales, éstas se prolongan a lo largo, llegan al transepto y continúan su recorrido hasta envolver al presbiterio, zona del altar mayor y el coro para los clérigos, dando lugar a un nuevo especio denominado girola o deambulatorio.

  

Deambulatorio o girola


         Este nuevo espacio era utilizado fundamentalmente por los peregrinos, que podían visitar, pasear, descansar o dormir en dichos espacios de esas iglesias sin molestar al resto de la feligresía cuándo ésta estuviera celebrando actos litúrgicos. Además, era un lugar, llamémosle higiénico, ya que el peregrino, fruto de tanto día de caminata, desprendía un olor nauseabundo que igualmente molestaba a los fieles. Estos espacios separaban, momentáneamente, a fieles y peregrinos.



         Cuando estas iglesias eran aún más monumentales, las naves laterales podrían estar cubiertas con una galería abierta a la central por medio de arcadas. Este nuevo espacio en alto se denominaba tribuna, teniendo una función aún más “peregrina” que la parte de debajo de las naves laterales, pudiendo llegar a ser utilizada como verdadero hospedaje de peregrinos durante varios días.



Tribuna de la catedral de Santiago de Compostela


         Así mismo, a los pies de las iglesias de peregrinación, suele haber una pequeña nave transversal, denominada nártex si está dentro del templo, o atrio si sobresale de la fachada. El nártex, a veces llamado galilea, es una especie de porche de magnífica decoración y configuración, ubicado a la entrada de la fachada oeste. El acceso al nártex suele estar partido en sentido vertical para mejor sustentación de lo superior, mediante una columna decorada llamada parteluz. Obviamente, cuando existe esta construcción en el lado oeste es porque existe una puerta de acceso en esa zona que, a veces, es la principal.



Parteluz. San Vicent (Ávila)


         Estas iglesias son las construcciones más monumentales y completas, situadas en las principales rutas de peregrinación. En España, la iglesia de peregrinación más importante es la catedral de Santiago de Compostela, el final de todo el camino de Santiago, la principal ruta de peregrinación que tenemos en España, y a la que tantas veces hemos hecho referencia en este recorrido amigable que estamos haciendo por el Arte Románico.



         Plantas centralizadas: también llamadas de nave central, en las que el altar estaba en el centro y la nave tenía forma circular o poligonal. Estas construcciones suelen estar asociadas a las órdenes militares, quizás siendo una referencia a la iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalem.



         Quisiera recalcar que, al contrario de lo que se dice en círculos muy alejados del Arte Románico, este tipo de planta no fue exclusivo de las órdenes militares, en especial y concretamente, de la Orden del Templo de Jerusalem, los comúnmente llamados Templarios, ya que éstas órdenes emplearon también plantas rectangulares en sus construcciones.



         Fue en plena Alta Edad Media (siglo XI), y gracias a las Cruzadas, cuando volvieron a construirse edificios de planta centralizada, tomando como referencia el Santo Sepulcro de Jerusalem, empleando formas más generales, como la circular, la cuadrada y la poligonal.



         En la antigüedad, los edificios de planta centralizada tenían un carácter funerario y conmemorativo. En el centro se ubicaba el sarcófago o la escultura de la deidad, alrededor de la cual se situaban los asistentes a la ceremonia. Inevitablemente todos los ojos de los asistentes miraban al mismo centro del edificio, haciendo muy difícil que los ojos de todos ellos no se fijaran en el sarcófago o escultura.



         Las plantas centralizadas también siguieron su evolución, al igual que el resto de plantas. Estas plantas podían ser, además de tres tipos:



a)    De planta circular, continuando los modelos de el Panteón de Roma y la Anastasis de Jerusalem. En España tenemos dos focos principales de templos o iglesias de plantas centralizadas circulares: Cataluña, con templos como San Miguel de la Plobla de Lillet, o San Jaume de Villanova entre otras muchas, y la zona de Castilla y León, siendo la iglesia de San Marcos en Salamanca el referente más característico de este tipo de construcciones.



  


Arriba: iglesia de San Marcos (Salamanca); debajo: planta de la iglesia de San Marcos (Salamanca)



b)   De planta poligonal, conectadas con la Anastasis de Jerusalem (¡vaya palabreja! ¡¿eh?! Otra más para nuestro diccionario románico. No os preocupéis; al final del capítulo os lo explico un poco mejor) se suele escoger el octógono, ya que esta cifra se relaciona con la Resurrección de Jesús; no en vano, para algunos teólogos (… y yo me doy mus en este tema) Dios creó el mundo en siete días, y la Resurrección de Jesús marcó el octavo día de la Creación Divina. Por este motivo, esta figura geométrica se empleó tanto en los templos de carácter bautismal como en los funerarios. Los focos más principales de este tipo de construcciones en España los tenemos en Navarra, con Santa María de Eunate en Muruzabal y el Santo Sepulcro en Torres del Río, y en Castilla y León nuevamente, con la iglesia de la Veracruz de Segovia, de planta dodecagonal en vez de octogonal.



Planta y sección de Santa María de Eunate. Muruzabal (Navarra)



Iglesia de la Veracruz (Segovia)



Iglesia del Santo Sepulcro. Torres del Río (Navarra)



c)    De planta cuadrada y tetralobulada, menos frecuente que los dos tipos anteriores, pero que destacan por su modesta forma constructiva. El ejemplo más claro lo tenemos en la capilla del Espíritu Santo, en Roncesvalles. Las planta tetralobuladas surgen de las plantas cuadradas a las que se le añaden capillas a cada uno de sus lados.



Capilla del Espíritu Santo. Roncesvalles



         Fundamentalmente, y a modo de resumen, las plantas centralizadas, en cualquiera de sus tres tipos, se inspiraron en el deseo de conmemorar la Pasión de Cristo, por lo que la planta centralizada pasó a simbolizar la muerte y resurrección de Jesucristo.



         Una vez que ya conocemos los diversos tipos de plantas que se dan en las construcciones religiosas del Arte Románico, realizaremos unos pequeños ejercicios prácticos para ilustrar todo lo dicho anteriormente. Veamos diversos tipos de plantas de iglesias románicas, más o menos grandes, en las que se identifican perfectamente algunas de las partes que ya conocemos por haberlas tratado en capítulos anteiores.



         Comencemos por la planta de una iglesia más o menos pequeña, de tres naves: una central y dos laterales. Es la planta de la iglesia de San Martín de Frómista (Palencia). Fijaos en la orientación, de la que ya hemos hablado antes.



San Martín de Fromista (Palencia)



        La iglesia en cuestión es la siguiente, vista desde el este:


Vista de la parte este de San Martín de Fromista (Palencia)



         Veamos ahora la planta de una catedral románica con planta de cruz latina. También aquí se observan los diversos elementos constructivos ya conocidos, incluso alguno que otro perteneciente a las iglesias de peregrinación propiamente dichas, como la girola o deambulatorio.



Planta en forma de cruz latina de una catedral románica.



             Y ahora, una preguntilla un tanto maliciosilla: ¿sabéis a que catedral románica pertenece el esquema de la ilustración anterior? ¿No? ¡Fijaos bien! ¿Nada? Una pista: es esta catedral muy famosa  muy andarina, y no precisamente porque se mueva sola.



             ¿Seguís sin poder identificarla? Es normal que alguno de vosotros no la halláis identificado, ya que su fisionomía exterior ha cambiado mucho desde que comenzara su construcción. Pues bien, la maqueta de la ilustración anterior pertenece, ni más ni menos, que a la catedral de Santiago de Compostela. Sí, a la del Pórtico de la Gloria, la del abrazo a Santiago. Se comenzó a construir en el siglo XII y se termino en el XIII. Desde entonces, han sido muchos los incendios que la han asolado, y muchas y diversas las restauraciones que se han llevado a cabo en su interior, con el fin de preservarla para que nosotros la podamos admirar y disfrutar. Lo que vemos hoy día no se parece mucho a lo que en el siglo XII se consiguió, sobre todo externamente, pero al menos en el interior, los principales elementos constructivos de una catedral románica aún hoy los podemos apreciar sin que el paso del tiempo ni la mano del hombre los haya modificado.



         Si en la ilustración de la maqueta de la catedral de Santiago de Compostela identificamos muchos de los elementos constructivos, en esta otra aparecen perfectamente claros:



             Además de estos cuatro tipos de plantas, en la época del Arte Románico, también se construyeron otros tipos de edificaciones y de iglesias.



             Hemos dicho en más de una ocasión que una de las características más definitorias del Arte Románico es la ubicación de pintoresquismo que tienen sus ermitas y templos, la ruralidad de sus construcciones, muy variadas éstas y construidas con peores materiales. Son ermitas o iglesias muy pequeñas y muy numerosas e toda la parte septentrional de España, que normalmente dependían de los señores laicos o eclesiásticos, y no de grandes monasterios o de las catedrales de ciudades importantes. Las plantas de estas edificaciones eran plantas de una sola nave con ábside en la cabecera, muchas de ellas con igual altura entre ábside y nave.



             Otra de las edificaciones más prolijas en el Arte Románico fueron los monasterios, aunque este tipo de construcciones las dejaremos para un posterior capítulo monográfico.



             Edificaciones civiles, castillos y puentes también fueron construcciones muy frecuentes en el Arte Románico. Dentro de las edificaciones civiles sobresale el Palacio de los Duques de Estella (Navarra), que permanece en un gran estado de conservación, no pudiendo decir lo mismo de otras edificaciones civiles, de castillos y puentes. Una vez que éstas dejaron de cumplir la función para la que fueron creadas, fueron abandonadas a su propia suerte, y fue el tiempo, con el beneplácito de la desidia del hombre, las que hicieron que todas ellas se vinieran abajo, y desapareciera un rico patrimonio cultural que nunca más podrá ser reconstruido ni recuperado.



             El caso de templos, ermitas e iglesias es distinto, ya que la mayoría de ellas aún cumplen con la función para la que fueron creadas: ensalzar y alabar la Gloria de Dios. Gracias a esa terca y persistente actividad a través de los siglos, ha sido posible evitar la desaparición de estas construcciones para poderlas admirar hoy día en su casi plenitud, pues casi la mayoría de la totalidad de ellas padecieron la enfermedad de la restauración por parte de la mano del hombre contemporáneo nuestro, que no suyo, y sufrieron la degradación de sus bellas características en aras de una autosatisfacción o autocomplacencia artística de quienes, dejando de lado la extemporalidad, quisieron convertirse en Magister Muri modernos logrando unos resultados pocos aplaudibles. Respetaron las plantas, ya que si no lo hubieran hecho, la restauración se hubiera convertido en una nueva construcción de un nuevo estilo arquitectónico; es lo que realmente sucedió en muchas de ellas cuando se atisbaba en el horizonte el cambio del Arte Románico en el Arte Gótico.



             Espero que de nuevo hayáis disfrutado de este tema con nombre más “vergelero” que artístico, pero que, nuevamente, nos ayuda a conocer un poquito más el Arte Románico.



             ¡Hasta pronto!


         NOTA FINAL SOBRE LA ANÁSTASIS

         En arquitectura, se llama Anástasis al espacio de la iglesia o templo donde se representa la escena de la Resurrección de Jesús, pero se conoce realmente por Anástasis, al descenso de Jesús a los infiernos o al Limbo de los Patriarcas, con el fin de permitir la entrada de los santos en el Cielo.

         Este episodio está narrado en el Nuevo Testamento, en concreto en el evangelio de San Mateo (Mt 27, 52-53, donde dice: “… se abrieron los sepulcros y muchos cuerpos de santos que estaban muertos resucitaron, y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de Él, entraron en la santa ciudad y se aparecieron a muchos.”.

         El descenso de Jesús a los infiernos fue confundido en la tradición cristiana con el inframundo, con el Limbo de los Patriarcas, que, como ya he dicho antes, era el lugar donde permanecían las personas que había sido santas en sus vidas, pero que esperaban la resurrección de Cristo para ascender con Él a los cielos. Este hecho es conocido como la Anástasis de Cristo.

         Su revelación hizo que el espacio que ocupaban el lugar donde se representaba la escena adquiriera el nombre de Anástasis o zona de la Anástasis.

         La iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalem toda ella recibe esta denominación, ya que, según la Biblia, en este lugar es donde precisamente aconteció la Anástasis.
Templo de la Roca. Jerusalem.

4 comentarios:

  1. No a servido para nada q mierda��

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  2. me sirvió demasiado, graciass, agradeceria si pusiera las referencias

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  3. Muy interesante. Muchísimas gracias por contribuir a difundir conocimiento

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