viernes, 5 de octubre de 2012

ACERCA DEL NOMBRE ROMÁNICO







         ¿Va todo bien? ¿Sí? ¿Seguro que no me engañáis piadosamente? ¡Qué majos y majas sois!

         Después de haber desgranado de una manera informal y un tanto escueta cómo era la sociedad medieval, la España medieval y la Europa medieval, vamos a adentrarnos en temas propiamente románicos.

         He de deciros que todo lo visto hasta ahora lo hemos hecho de una forma muy simple, sin profundidad; tan sólo como apuntillos básicos para hacernos una pequeña composición de lugar de cómo eran aquellos tiempos y cómo era aquella vida.

         A partir de ahora comenzaremos a tratar temas mucho más específicos relacionados con el Arte Románico, aunque también he de avanzaros que lo haremos de la misma forma: somera, libre y simple. He de reconocer que no soy un experto en la materia (algunas veces pienso incluso que no soy un experto ni siquiera en mi condición de cura, como persona humana que soy), y estos temas tienen como función el llevar el Arte Románico al descubrimiento y conocimiento de cualquier persona tan profana en la materia como yo. Corresponde a los verdaderos especialistas el adentrarse en este mundo y seguir investigando y aportando nuevos estudios que ayuden, si no a un total entendimiento de este arte, sí a un mayor acercamiento a él, aunque mucho me temo que es una tarea casi imposible debido a la carencia de fuentes documentales. Aún así, todo lo que salga a la luz de nuevo curso será, como no, bienvenido, y nosotros estaremos agradecidos.

         Como primer tema para adentrarnos en el Arte Románico como tal, os propongo que conozcamos la etimología de la palabra Románico. ¿De dónde procede? ¿Quién la inventó, si es que fue inventada? ¿Cuándo se utilizó y donde? Trataremos de responder a todas o algunas de las preguntas anteriores en este mismo capítulo.

         Comencemos pues.

         La denominación de Románico, como nombre genérico de una expresión artística, es reciente, de principios del siglo XIX, siglo en el que se comenzó a estudiar dicho arte en el mundo centroeuropeo, fundamentalmente en Francia. Desde el punto de vista arquitectónico apareció en el curso de la consideración de las artes en la Edad Media, también durante el siglo XIX.

         El término “románico” fue acuñado por el historiador y arqueólogo normando Charles de Gerville en 1.818, para agrupar el arte europeo desarrollado desde el siglo V (caída del Imperio Romano) hasta finales del siglo XII (comienzo del arte gótico), pero que en la actualidad ha quedado reducido a la corriente estilística predominante en buena parte de la Europa cristiana desde finales del siglo X a bien entrado el XIII. La primera vez que se habla del término “románico” fue en una carta de Gerville a Auguste Le Prevost el 18 de diciembre de 1.818, en la que hablaba sobre este arte medieval.
       De Gerville considera que el arte románico es heredero del arte romano y, ya que entonces se había creado el término “Lenguas Romances” para referirse a las lenguas herederas del latín, De Gerville lo que hace es asimilar este término a la arquitectura. Considera que el gótico es un arte anti-clásico y, por eso, no hace su extensión del término a este estilo cuya nomenclatura tiene un origen diferente. Lo fundamentaba en que los arcos de medio punto y la piedra se parecía a la arquitectura romana.

         En realidad, De Gerville crea el término, pero no es él quién lo difunde. Tras recibir una carta, Arcisse de Caumont escribe un libro publicado en 1.820 llamado Essai sur l’architecture de Meyen Age, particulierement en Normandie (Ensayo sobre la arquitectura de la Edad Media, particularmente en Normandía). En ese volumen será la primera vez en que el término “Arte Románico” aparezca en un sentido académico u oficial. Hasta entonces, todo el arte producido entre la caída del Imperio Romano y el comienzo del Renacimiento era denominado simplemente como “medieval” o incluso “bárbaro”, evidentemente con un claro matiz peyorativo.
 
       Pero no vayáis a pensar que, aunque el Arte Románico tuvo en Francia su cuna de nacimiento, esplendor y expansión, sólo fueron franceses los que se preocuparon por la palabreja. En España también hubo quién investigó, y bien, acerca de este vocablo.

         Según el catedrático Francisco López Estrada, la palabra “románico” se inventó. Fue a lo largo del siglo XIX, en determinados círculos intelectuales, precisamente para poder usarla en los dos dominios de estudio correspondiente en sus dos acepciones actuales: el de la lengua en su vertiente científica (filología), y en el de la teoría sobre el arte medieval (arquitectura).

         Después se irradió su uso hacia los otros aspectos culturales, y llegó su aplicación al conjunto de la vida del hombre de esa época mediada entre los siglos X y XIII.

         Desde hace más de 100 años, el significado que se le da a la palabra Románico no es el de adjetivo romano. Románico responde a una definición de estudiosos del arte creada en el siglo XIX que aglutina un conjunto de elementos y templos, junto a otros edificios civiles y militares, construidos en Europa primordialmente entre la 2ª mitad del siglo X hasta mediados del siglo XII, durante los que incluso en algunos lugares “convive” con otras artes constructivas, como el gótico, y que recibe influencias de diversos estilos.

         Etimológicamente, “románico” procede del latín romanicus, que traducido significa “relativo a lo romano”. Nace en contraposición al término gótico (gothicus, latín, relativo a los godos), y godos (del latín gothus, individuo de un antiguo pueblo germánico fundador de reinos en España e Italia), para denominar el tiempo que abarca desde la caída del Imperio Romano, hasta la resurrección del mundo “clásico” con el Renacimiento. Venía a significar lo contrario a gótico, al igual que venía a justificar la diferenciación entre el arco en punta (gótico) con el redondo de medio punto, de origen romano y románico.
 
      El DRAE define “románicas” como: “… las lenguas derivadas del latín y sus correspondientes manifestaciones literarias y culturales”. En otra acepción, define “románico” como: “… el estilo arquitectónico que dominó en Europa durante los siglos XI, XII y parte del XIII, caracterizado por el empleo de arcos de medio punto, bóvedas de cañón y columnas exentas y a veces resaltadas en los machones y molduras robustas”. ¡Madre mía! ¡¿Qué serán los machos y las molduras?!, os preguntareis. Tranquilos, todo a su tiempo. Sin correr y sin prisas.

         Oficialmente, la palabra “románico” fue incorporada en el DRAE en la edición de 1.899 (en la edición de 1.884 no aparecía) con las dos acepciones de designar ese estilo artístico y esas lenguas vernáculas  (lenguas de nuestra casa, lengua doméstica del país) que habían nacido procedentes del latín, en los distintos países europeos de influencia romana.

         Aquí en España, el término latino “romanus” se oponía al término “barbarus”, para enfrentar dos maneras de vida, la ordenada guiada por Roma, y la desordenada de los bárbaros.

         En castellano, el vocablo “romance” (romanz o román) procedente por etimología de “romanice”, cuyo significado inicial designaba a la lengua vernácula entendida por todos y común al pueblo de esa época que tratamos, en oposición al latín, conocido y usado por los menos. Se hablaba de “lengua romana” opuesta a “lengua latina”, para diferenciar la lengua vernácula y popular, con el latín literario y científico.

         Bueno, ¿cómo se os ha quedado el cuerpecillo? ¿Todavía tembloroso de la sobredosis románica? ¡Venga, que no es para tanto!. Pensad que nuevamente habéis aprendido que todo tiene un porqué, que “de la nada, nada se hizo” que decían los antiguos romanos (no románicos)… Y, ¿sabéis cómo lo decían?: “Ex nihilo nihil fecit”. Sí, sí, en latín, lo que hemos dicho, utilizando una lengua culta en vez de una lengua vernácula (no os enfadéis que ya sabéis lo que significa vernácula); como ocurrió con la palabra “románico”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario